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Opinión

14 de Julio de 2022

Los Coristas (parte 2 de 2)

En el contexto del futuro plebiscito de salida, no son ellos los únicos que han elevado sus voces. También están los coristas que entonan cantos de sirenas. Ellos, como El Mercurio del 2000 o las sirenas de Ulises, cantan sobre un lugar esplendoroso al que sin duda llegaremos en caso de aprobar la nueva Constitución.

Rodrigo Mayorga
Rodrigo Mayorga
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“Chilenos se pensionarían con el 100% de su sueldo en 2020”. A estas alturas, aquel titular de El Mercurio del 4 de febrero del año 2000, se ha convertido en una referencia que todos conocemos. Durante los días más críticos del estallido social de 2019, muchos lo contrastaron con las precarias pensiones que recibían los jubilados, con el fin de demostrar que el sistema previsional chileno había hecho promesas que no había sido capaz de cumplir. Es cierto que la bajada de la noticia señalaba que el escenario se basaba en una “rentabilidad anual promedio de los fondos del 6% y 7%” pero no era necesario ser economista sino solo saber un poco de historia de los ciclos y las crisis económicas para saber que aquel era un pronóstico, cuando menos, ingenuo. La promesa era como el canto de las sirenas de la antigua mitología griega: hermoso y atrayente, pero que solo conducía a los marinos a morir ahogados en el mar.

En mi última columna hablé de los denominados “coristas catastrofistas”. Pero, en el contexto del futuro plebiscito de salida, no son ellos los únicos que han elevado sus voces. También están los coristas que entonan cantos de sirenas. Ellos, como El Mercurio del 2000 o las sirenas de Ulises, cantan sobre un lugar esplendoroso al que sin duda llegaremos en caso de aprobar la nueva Constitución. “Tendremos una pensión digna y un merecido descanso”, afirma una mujer en un spot difundido desde Apruebo Dignidad a fines del mes pasado, mientras que en un video que circuló estos días en redes sociales, el ex convencional Jorge Baradit responde que se debe votar Apruebo porque “te va a dar mejor educación, mejor salud, vivienda digna, una pensión suficiente”. Al igual que los catastrofistas, que alertan del apocalipsis si no gana el Rechazo, las sirenas no parecen mostrar duda alguna sobre la utopía que alcanzaremos en caso de que se promulgue esta nueva Constitución.

Dos son los grandes problemas que veo en estos coristas y sus cantos de sirena. El primero es que minusvaloran a la ciudadanía. Porque si algo no se puede prometer en política, es un resultado seguro, y mucho menos en tiempos turbulentos y cambiantes como los que vivimos a nivel nacional y mundial. Uno puede plantear que las respuestas que hasta el momento hemos dado a nuestros problemas sociales no han dado los resultados esperados y que las opciones que tenemos son quedarnos allí o intentar algo nuevo, pero no puede ignorar que un camino, así como puede terminar en éxito, puede también hacerlo en fracaso. Cuando con el fin “motivar” a la ciudadanía a seguir ese camino, los coristas sirenas no transparentan esto, no solo están siendo poco sinceros, sino que se situan en una posición de superioridad con respecto al resto de la población. “Si ustedes supieran los riesgos de este camino” parecieran querer decirles “no se embarcarían conmigo en este. Por eso yo, que sí tengo la visión y la valentía para hacerlo, he de esconderles esta información, no por mí, sino que por vuestro propio bien”.

Dos son los grandes problemas que veo en estos coristas y sus cantos de sirena. El primero es que minusvaloran a la ciudadanía. Porque si algo no se puede prometer en política, es un resultado seguro, y mucho menos en tiempos turbulentos y cambiantes como los que vivimos a nivel nacional y mundial.

El segundo problema de estos cantos de sirena es aún más complejo, pues es el riesgo de generar una crisis de expectativas. Porque así como las promesas pueden atraer, si luego no se cumplen suelen causar el efecto inverso, lesionando las confianzas y aumentando las tensiones. La indignación que causó la promesa incumplida sobre las pensiones provino de lo precario del resultado, pero también de la sensación de haber sido engañados con cantos celestiales que en realidad llevaban a lo profundo del mar. En el escenario actual, el riesgo es doble, porque una Constitución no se sustenta solo en los resultados positivos de un plebiscito, sino que en la legitimidad que le sigue reconociendo la ciudadanía a lo largo del tiempo. De aprobarse la nueva Constitución, cada promesa incumplida será un golpe futuro a su legitimidad y, si esos golpes son suficientes para derribarla, nos encontraremos pronto en el crítico lugar desde el cual, mediante este proceso constituyente, llevamos un par de años intentando salir.

Las elecciones se ganan con votos y por ello no es casual que algunos busquen atajos hacia ellos. Pero un plebiscito constituyente no es una elección cualquiera. Los atajos de estos coristas (tanto los catastrofistas como las sirenas) podrán servirles en lo inmediato pero nos traerán enormes problemas a corto, mediano y largo plazo. Porque los cantos de ambos grupos solo contribuyen a minar las confianzas y, con ello, erosionan la democracia. Además, porque poniendo el foco en utopías y distopías futuras, olvidan que la verdadera crisis la estamos viviendo hoy y que es aquí donde nuestras energías deben estar concentradas. Así que digámoslo con claridad: este 4 de septiembre, ningún resultado nos asegura el cielo ni el paraíso, pues ello solo dependerá de lo que hagamos con las herramientas que la opción vencedora nos entregue. Y todos estos coristas, lo único que logran, es hacernos olvidar nuestra propia responsabilidad histórica, aquella que nos permite entender que nuestros logros y fracasos no se definen por completo en una raya sobre un voto, sino que en nuestros esfuerzos y acciones colectivas antes y después de esta. En tiempos difíciles como estos y donde necesitamos trabajar juntos más que nunca, esa es la única canción que se debiese escuchar.

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