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Entrevistas

17 de Enero de 2023

La historia de «Golpe a Golpe»: la sitcom donde la familia Pinochet convive con el fantasma de Salvador Allende

Allende

"La difusión del proyecto siempre fue una prioridad. No podíamos tirarlo como una exposición de una, ni podíamos subir los extractos de capítulos como si fuesen un proyecto real de Pista B y listo. Perdía toda esta fuerza", afirman sus creadores.

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El pasado 23 de octubre del 2022, la cuenta de Instagram @golpeagolpetv sembró una serie de interrogantes entre sus usuarios. ¿La razón? Su primera publicación: una serie de cuatro imágenes que detallan un juguete que muestra al dictador Augusto Pinochet, en su uniforme militar, vistiendo un delantal de cocina rosado.

La descripción era la siguiente: “Augusto cocinero, figura promocional programa ‘Golpe a golpe’. Año 1982. En excelente estado”. Ese mismo día, la enigmática cuenta publicó otro par de series de imágenes que retrataban un par de figuras coleccionables que acompañaban al “Pinochef”: una sonriente Lucía Hiriart y un caricaturesco Salvador Allende, bajo el nombre de “El fantasma Chicho”.

Al día siguiente, la cuenta publicó una colorida carátula de un VHS, con la siguiente descripción: “VHS programa ‘Golpe a golpe’. Producido y distribuido en 1991. Contiene 6 episodios de los años setenta”. Los comentarios de la publicación se dividían entre usuarios que recordaban con mucha nostalgia la serie setentera, y aquellos que debatían la verosimilitud de las imágenes. Obviamente, esto no terminó ahí: el misterioso universo de “Golpe a Golpe” comenzó a crecer con Polaroids de continuidad de la serie e imágenes promocionales que mostraban a Pinochet junto a un gorila y a Allende convertido en un títere.

Finalmente, el 28 de octubre, el misterio se reveló: la cuenta fue una antesala a una exposición presencial y retrospectiva en el Centro Cultural Matucana 100 en torno a “Golpe a Golpe”, una sitcom familiar en la que la familia de Augusto Pinochet se vio enfrentada a compartir su hogar con el fantasma del difunto ex-presidente Salvador Allende. Pero ¿realmente existió la serie? ¿Por qué algunas personas la recordaban y otros no? ¿Cómo llegó a la mano de los curadores todo este material? Para profundizar en este universo inspirado por obras tan variadas como “Alf” y “El mundo del profesor Rossa”, conversamos con la mente maestra tras este proyecto: el artista visual Diego Cumplido.

“La idea lleva un poco más de una década”, afirma. “Al principio, era una idea que yo tiraba en carretes, como talla, y se me empezaron a ocurrir capítulos y de ahí salió. De repente caché que la gente enganchaba con esta idea y dije ‘bueno, esto podría ser un proyecto artístico o un proyecto personal real, y así partió”, comenta.

¿Siempre fue pensado como una exposición?

En su origen lo escribí en dupla con un amigo como una especie de documental falso. Después eso no funcionó mucho, lo guardé en un cajón, lo saqué de ahí y dije: ‘¿sabís qué? Esto es un piloto; tengo que escribir un piloto para una serie”. Lo escribí un piloto y duraba entre veinte minutos y media hora. Después se involucró Cristóbal León, co-creador de “La Casa Lobo”, y él me dijo “no, no, no, esto es una película”. Hicimos un tratamiento y esta vez partí de cero, porque cuando escribí el guión fui muy desordenado.

Escribimos un tratamiento para postular a los fondos, y en ese proceso se nos ocurrió hacer una exposición. O sea, siempre estuvo considerado pero llegó al final, fue lo último.

Recién mencionaste el apoyo de Cristóbal León, quien —junto a Joaquín Cociña y Niles Atallah— forma parte de Diluvio, una casa productora enfocada en la realización de obras audiovisuales “fuera de lo común”. Adicionalmente, para “Golpe a Golpe” contaste con el apoyo de Lucas Engel, fundador de Pista B. Dicho esto, ¿cómo lograste vincularte con ambos equipos de trabajo para la realización del proyecto? Principalmente, pensando en que ambas productoras han tenido acercamientos audiovisuales en torno a obras ligadas a comedia crítica en Chile e historias ligadas a cierto revisionismo histórico.

En el caso de Cristóbal primero viene una amistad con él. Nos habíamos conocido en un par de ocasiones y nos tocó en algún momento tomar un avión juntos; un viaje largo. Pedimos a la aerolínea que nos sentaran juntos, nos vinimos hablando todo el camino y era como “hueón, tenemos demasiados puntos en común”. Le

conté esta idea y le quedó dando vuelta y le gustó porque hay una sensibilidad común con él, y me dijo “tienes que hacer esto”.

Después apareció Lucas Engel, a quien conocí a través del comediante Lucas Espinoza, que es amigo mío. Yo sabía que él era un productor de comedia, así que le presenté el proyecto y le gustó. Ahora con los años he descubierto que era el productor perfecto para el proyecto. Era muy improbable que esa cuestión pasara. Muy improbable, pero pasó.

Además de las claras influencias de series como “Alf”, “El Chavo del 8” e incluso “El mundo del profesor Rossa” en el desarrollo estético de “Golpe a golpe”, no puedo dejar de pensar en que uno de los ejes fundamentales del proyecto es cómo la situación socio-política de un país puede ser encapsulada a través de un relato televisivo. Al decantar el proyecto en una sitcom que es (re)encontrada, ¿siempre se tuvo esta idea en mente?

A lo largo de 10 años, y de ahí escribir la cuestión y desarrollarlo, hubo un momento de reflexión de por qué funciona esta idea; por qué es interesante, qué es lo que vibra, y qué es lo que hace sentido aquí. Una reflexión que surgió fue lo que mencionas, como una metáfora de la realidad en Chile. Un poco el concepto era cómo el país en el que vivíamos era un poco como Allende atrapado en la casa de los Pinochet, ¿cachai? Porque la época de la Concertación es como Allende atrapado en la casa de los Pinochet con la constitución de Pinochet, con los límites impuestos por Pinochet y cómo se ve eso.

En paralelo a esto, se cuestionó por qué resulta natural mostrar a personajes de la historia política de Chile en este mundo de la sitcom; si lo pensamos bien, la manera en que uno se relaciona con la política es, en general, a través de la televisión u otros medios de carácter masivo. Uno lo consume como una ficción periódica; como un relato que nos van contando de la misma forma que uno consume cualquier otro tipo de relato. Todas estas cosas conviven en un mismo aparato: la televisión.

Siguiendo con el apartado estético de la producción, resulta interesante que “Chicho”, la representación de Salvador Allende en “Golpe a Golpe”, sea un títere. ¿En qué momento del desarrollo del proyecto se decidió que el personaje iba a ser representado a través de un títere?

No fue un proceso de reflexión. Cuando lo estaba contando en carretes era como “…y Allende es un títere”. Y yo creo que eso tiene que ver con una idea macro y bien importante del proyecto: el tremendo tabú que significan estos temas al tratarlos desde el humor.

Y también estos personajes, al estar medios totemnizados o convertidos en unas esculturas, siendo Pinochet ‘el gran villano’ y Allende ‘el gran héroe’, han perdido sus características humanas en este proceso. Ya no son personas, son unos, no sé cuál es el término…

¿Íconos?

¡Claro! Son como iconos; personajes “larger than life” que pasan a ser figuras históricas vaciadas de características humanas. Darles características humanas es un pecado porque como te digo, para los dos, es algo que no se puede hacer. Ambos están muy sacralizados.

Desde mi amor hacia Salvador Allende y todo, había un poquito de falta de respeto en convertirlo en títere que me parecía divertida y, a la vez, había un sentido de homenaje inmenso porque soy fanático de los títeres. Me encantan “Los Muppets” y los procesos de cómo se hacen ese tipo de cosas. ¡Para mí es lo máximo que te conviertan en títere! Es como convertirte en otro tipo de ícono.

Además, refuerza la idea de ver a Allende dentro de un arquetipo de las sitcom: el personaje que pone la casa “patas pa’ arriba” y a los Pinochet en problemas. Algunos ejemplos de personajes así son Alf, pero también pensé en Bart Simpson, Will Smith en “El príncipe del rap”, Guru Guru… ¡Hay millones!

Y sentí que convertirlo en títere le levanta un poco esta característica media traviesa que curiosamente estaba en el Allende histórico; una característica

biográfica real que ha sido olvidada por esta cuestión tan monumental, tan épica, de lo que estábamos hablando recién.

Ya que mencionaste a Guru Guru, tengo entendido que las conexiones con “El mundo del profesor Rossa” no terminan ahí: Miriam Riquelme, una de las creadoras del emblemático traje del plumífero, ayudó a confeccionar el títere de “Chicho”, ¿cierto?

O sea, ella no hizo el primer traje de Guru Guru. Creo que antes de ella hubo otra persona con la que hubo algún problema medio legal, alguna cuestión que no me acuerdo muy bien… pero ella vino a reemplazarla y a perfeccionar el traje de Guru Guru.

Miriam Riquelme es una persona super invisibilizada de la historia de la televisión chilena. ¡Es fascinante! Nosotros la contactamos porque, durante la pre-producción de la exposición, empezamos a trabajar con Francisco Schultz, asistente de dirección de “31 minutos”, quien tenía todos los contactos. También, él hizo los efectos especiales de la versión chilena de “Mi bella genio”, así que era perfecto para esto. Finalmente, nos puso en contacto con Miriam y con una serie de personas que llegaron a solucionar los aspectos técnicos de la producción que nosotros no teníamos idea cómo hacer, y que en especial venían relacionados al títere.

En un momento pensamos que íbamos a tener que armar un set sobre-nivel y tener “trampas” entremedio para que los titiriteros se escondieran, como en “Alf”. Sin embargo, llegó Pancho Schultz, y nos dijo: “hueón, es un despilfarro de plata y de energía; hagámoslo a baja escala” y se logró. Ellos son los que finalmente terminaron encauzando el proyecto a apuntar –-aunque suene medio cliché— a la magia del cine; a cómo esconder los objetos, a encontrar maneras de resolver problemas a través de soluciones creativas, más que a solo hacerlo de la manera perfecta, como lo hacía Jim Henson en su momento.

Ahora que ya hablamos del apartado titiritesco de “Golpe a Golpe”, quería preguntarles sobre la dupla de actores que comparten escena con “Chicho”: Germán Pinilla y Carolina Paulsen, quienes interpretan a Augusto Pinochet y Lucía Hiriart, respectivamente. ¿Cómo fue el acercamiento con ellos?

Estuvimos harto rato buscando, pero yo tuve un largo rato entre mis opciones a Germán, ya que él había interpretado a Pinochet en la obra “No tenemos que sacrificarnos por los que vendrán” del Colectivo Zoológico del cual es parte; una tremenda obra. Sin embargo, ahí tocaba un tono dramático; pura oscuridad. Fue genial la interpretación, pero el tono era bastante distinto a lo que yo estaba buscando. Por lo mismo, durante un rato obvié a Germán, y me puse a buscar otro actor que estuviera más cercano a la edad de Pinochet.

Finalmente, le hicimos un casting a Germán y, en términos gringos, “sacó la pelota del estadio”… pero teníamos el problema de que no se parecía tanto. Ahí entra el formidable Franklin Sepúlveda, maquillador estrella, y le hicimos una prueba de caracterización. Ahí dijimos: “esto es aterradoramente real”. Franklin lo envejeció, le puso lentes de contacto, lo peinó, le avejentó el bigote, y ahí si que se parecía. Además, el Pinochet que yo estaba buscando, tenía que ser 80% Pinochet y 20% el profesor Rossa, ¡y lo armó en un segundo! Es un actor super versátil.

Cuando estábamos haciendo la prueba de maquillaje, el maquillador nos recomendó a Carolina Paulsen. Lo primero que nos llamó la atención es que tenía cierto parecido con Lucia Hiriart, después vimos su trabajo y nos dimos cuenta qué era una comediante de la línea que andábamos buscando: una tremenda profesional.

Con respecto al pitch de “Golpe a Golpe”, ambos entendieron el enfoque satírico y les interesó de inmediato, porque igual es delicado que te llame alguien de la nada y te ofrezca un proyecto de este calibre; con una posibilidad alta de que sea de mal gusto, peligroso, en donde te puedes meter en cachos, no sé… Creo que fuimos super responsables. Se dieron cuenta —en especial la Caro— de que se había hecho una investigación super exhaustiva de todo esto. No era solo por el chiste, hubo una investigación real; se les envió referencias de video, libros para leer, revistas para que entendieran a los personajes, y diversos referentes cómicos

para desarrollar la deconstrucción de estas figuras. Los proyectos que tienen un riesgo son los que, artísticamente, vale la pena hacer.

Previo al anuncio oficial de la exposición en Matucana 100, el proyecto comenzó a hacerse conocido a través de una cuenta de Instagram, bajo la premisa de ser manejada por un grupo de fanáticos de “Golpe a Golpe”, quienes se encargaban de difundir juguetes, fotografías análogas y clips extraídos del VHS de una serie que muchas personas recordaban… pero que para otros nunca existió. ¿Cómo se llegó a la idea de difundir la muestra a través de “lost media” que apelaba a la memoria colectiva de un país?

La difusión del proyecto siempre fue una prioridad. No podíamos tirarlo como una exposición de una, ni podíamos subir los extractos de capítulos como si fuesen un proyecto real de Pista B y listo. Perdía toda esta fuerza de lo que decías tú, de la “lost media”. En un principio habíamos diseñado una estrategia más relacionada a los Alternative Reality Game (ARG), donde íbamos a esconder juguetitos en distintos lugares, con algunos palos blancos, otros no, que los fuesen encontrando, en lugares chicos. Lo malo es que se nos vino encima la fecha que teníamos para la exposición y lo achicamos.

Empezamos a sacar las cosas por la red social que ya habíamos creado y de a poquito empezamos a subir las fotos de los juguetes de Pinochet, de Allende y el VHS. Nadie nos saltó a la yugular, era más como “que chucha estoy viendo”, pero igual con curiosidad. Ya al momento del anuncio oficial eso se transformó en un “ya entiendo, es una exposición… pero ¿de qué trata la exposición?”. En el momento en el que sacamos el primer video, que es el comercial del VHS, la gente seguía confundida… y yo creo que la gente aún lo está. Siento que esa nebulosa que hemos creado, esa ambigüedad, se mantiene, no está todo claro, y eso a nosotros por lo menos nos entretiene.

La misma red social se ha transformado en una obra en sí, y como una obra aledaña a “Golpe a Golpe” donde la reacción de la gente es parte de este mundo ficticio; del universo que mantiene el canon, y justamente creo que hemos logrado mantenerlo porque la gente se ha sumado y sigue el chiste. Hay otros que caen y

que se enojan porque cayeron y, bueno, es parte del asunto. Sin reacciones de la gente, este proyecto no existe. Debido a su formato, no es una obra que vaya a ir a festivales, pero sí tenemos la posibilidad de que sea un tema al que la gente pueda reaccionar, que pueda conversar y que pueda sentirse parte. Es sumamente interactiva.

El arte contemporáneo cae muchas veces en priorizar el mensaje que viene del emisor sin considerar que sin receptor el arte no existe, y acá el receptor se vuelve emisor y el emisor se vuelve receptor y se arma un círculo virtuoso que es muy bello. Aparecen personas —que no son palos blancos— generando una discusión frente a lo que es este proyecto y todas las distintas variantes que pueden haber en esta discusión: desde los límites del humor, la “lost media”, que se debería decir que todo es falso desde un principio, etc.

Como dijo Cristóbal en la inauguración, es una forma distinta de hacer memoria; una manera de llevar una época de la historia del país a nuevas generaciones a través de un formato y un mensaje informado, pero que sea consumible por otras personas. Obviamente, esto no quita que haya que seguir haciendo películas, dramas de época, dramas relacionados a la dictadura, con solemnidad, con todo lo que quieras, pero también existe este otro lado, aprovechémoslo. Está ahí. Por ejemplo, este año sale la comedia negra “El Conde” de Pablo Larraín, en donde Pinochet es un vampiro. Además, en mayo se estrenará “Asilo contra la opresión”, una obra de teatro de la periodista Alejandra Matus, entonces están apareciendo estas cosas. Es interesante ver qué está pasando después de 50 años del Golpe de Estado.

En ese sentido, ¿sientes que los ejercicios de memoria que utilizan a la comedia como motor de su relato provienen mayormente de aquellas generaciones que nacieron post-dictadura?

Hay un tema con la sátira que involucra mucho miedo. Es un país con mucho miedo a romper un poco el molde, a “meterse en las patas de los caballos” con ciertos temas que son tabús, que son delicados, y yo creo que es malo para el arte, es malo para el cine; es fome. En el caso de “Golpe a Golpe”, reírte con

Pinochet y un Allende-títere genera esa contradicción interna que no es mala. Estamos haciendo a los espectadores entrar en un estado en donde tienen que ver cómo lidian con dicha contradicción. Superficialmente, la idea puede parecer una estupidez, pero es una estupidez que lleva a una reflexión profunda y eso es lindo. “Golpe a Golpe” estará exhibiéndose de manera gratuita en la Sala Project del Centro Cultural Matucana 100 (Santiago) hasta el 22 de enero. Sin embargo, esto no implica el final del proyecto. “Tenemos financiamiento para hacer la webserie”, adelanta en exclusiva el productor Lucas Engel. “Ahora queremos grabar capítulos completos. Aparte, nos encantaría que la exposición se vuelva itinerante y que podamos llevarlo a regiones, e incluso fuera de Chile”.

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