Entrevistas
18 de Julio de 2023Miguel Tapia: “Es imposible reunir a Los Prisioneros y ya no tengo ningún interés”
Más cerca de González que de Narea, Miguel Tapia regresó a los escenarios este año con el noventero disco Corazones de Los Prisioneros. Comenta que le gusta que la música transmita un mensaje a la sociedad y dice que son dañinas aquellas canciones del género urbano que hablan sobre delincuencia y drogas.
Compartir
Completamente de negro, Miguel Tapia (59) llega hasta las oficinas de The Clinic. Durante la entrevista dirá que a pesar de que su atuendo remite al estereotipo rockero, a él nunca le ha gustado mucho ese estilo. “Soy más de música electrónica, por eso me hizo más sentido la última fase musical de Los Prisioneros”, dice.
El pop sintetizado del disco Corazones (1990) es precisamente el que lo trae de regreso a los escenarios este año y que en agosto sumará una nueva fecha en Club Chocolate. Un espectáculo distinto junto a invitados que no desea desvelar para mantener la intriga, pero entre los que se cuenta el tecladista Sergio “Coti” Badilla, quien también fue parte de Los Prisioneros. Todo para el renacer de un álbum que fue polémico por ser el primero del conjunto sin Claudio Narea y el que sería el último lanzamiento antes del primer quiebre de la banda en 1992. Por eso mismo, Tapia asegura que a la gente le hace falta escuchar las canciones en vivo.
“Alcanzamos a tocar por poco tiempo esas canciones, hasta que nos separamos. La sorpresa fue ver cómo recién después de unos años empezó a pegar fuerte. Y ahora quise traerlo de nuevo a este tiempo, a una época donde ese sonido es muy común. Hay músicos como Álex Anwandter que tiene un tono similar”, relata y dice que aún ve caras nuevas en cada concierto que toca. Todavía no ha llegado el día de ver a un joven que no conozca a su emblemática banda de los 80.
-¿Por qué crees que la música de Los Prisioneros aún suena tanto en el país?
-Creo que de algún modo se debe al importante mensaje social que teníamos y que se combinó con música bailable. En esos años sonaba también el movimiento del canto nuevo que tenía un fuerte sentido político, pero su sonido era más folclore. Quizá eso no enganchaba tanto. No necesitamos banderas o Latinoamérica es un pueblo al sur de Estados Unidos, tienen un mensaje interesante.
-Son canciones que tocaban cuando tenían poco más de 20 años, con un ánimo de cambiar la sociedad. ¿Cómo es ver que sus versos aún coinciden con la realidad del país?
-Es realmente lamentable. Cuando tenía 22 años grabamos El baile de los que sobran y veo que siguen pasando los mismos problemas. El tema del acceso a la educación realmente decepciona. Es algo que veo todos los días en la calle y en las noticias. Un aumento de la delincuencia producto de muchos niños que abandonan los colegios. Hay muchos jóvenes que están en todo su derecho a protestar, pero cuando llega el momento de decidir, no votan o dejan en blanco. Hay que tomar conciencia, nosotros la tuvimos desde chicos. Por lo mismo no me gusta la música que es banal, se necesita un mínimo de inteligencia para escribir.
-La música urbana siempre ha sido criticada por hacer alusión a la delincuencia o drogas. ¿Cuál es tu percepción de este estilo?
-Creo que es muy dañino. Sé que lo que cantan es una realidad, pero creo que de algún modo hablar de armas es validarlas. Preferiría una historia que vea cómo arreglamos el problema, en lugar de solo constatar el hecho. Es cierto que llega armamento y drogas, pero hay una connotación. Que esto sea tan popular en la juventud es porque faltó educación en los colegios y en la casa. No recuerdo el nombre de todos los artistas, pero me quedo con esa sensación.
Luego de la separación de Los Prisioneros, Miguel Tapia se unió con la tecladista Cecilia Aguayo, quien había colaborado en la promoción de Corazones. El resultado fue Jardín secreto, una propuesta tecno que tuvo un disco homónimo y El sonido de existir (1997). Ya en el 2012 Tapia conformaría la agrupación Travesía junto a vecinos de Pirque. Pero su proyecto más extenso ha sido Narea y Tapia, el que estuvo en escenarios desde 2009 hasta inicios de la pandemia.
-Has estado distanciado con Jorge González y Claudio Narea.
-Con Jorge no tanto. Nos escribimos de vez en cuando, hablamos de nuestra salud, de los achaques (ríe). Sobre el otro personaje, la verdad es que no tengo ningún tipo de contacto y la verdad es que dudo que lo vuelva a tener. Tocamos algún tiempo, pero tras un conflicto interno nos separamos. La verdad es que nunca fuimos tan íntimos amigos, era una relación laboral. Con Jorge González sí, fuimos muy cercanos, en las buenas y en las malas. Y no quiero hablar del conflicto. Los Prisioneros fue una banda tan importante que se manchan con todos estos problemas internos. Soy muy malo para hablar mal de mis ex compañeros la verdad. Tampoco voy a escribir un libro contando sobre la intimidad, me parece de mal gusto.
-Siempre se te ha reconocido por ser el mediador entre los dos extremos, quien abogaba por una posible reunión.
-Lo intenté muchas veces. Ahora era complicado por el estado de salud de Jorge. Pero incluso así mi idea era solo juntarnos en una mesa a conversar, tomar el té con una marraqueta. Pero ya me cansé. Es imposible reunir a Los Prisioneros y ya no tengo ningún interés.
Miguel fuera de San Miguel
Entre árboles de arrayán y peumo, Tapia construyó su hogar en Pirque durante 2008. Ya se había cansado de la urbanización de Ñuñoa y pensó que era un buen momento para escapar hacia una zona donde fluyeran las ideas. Así fue cómo armó un estudio a pasos de su casa, el que fue parte de su refugio en la pandemia. “Siempre me ha gustado la música. Cuando era chico no quería estudiar alguna carrera, siempre estuve seguro que me quería dedicar a esto”, comenta.
La mesa de sonido es algo de lo que no ha logrado separarse. Relata que comenzó a involucrarse en el trabajo de estudio desde el primer disco de Jardín secreto, pero que ahora todos sus trabajos pasan por ahí. Hoy está ocupándose del tercer y nuevo álbum de Travesía. “Me siento como un cirujano de la edición”, dice después de mencionar que la música lo entretiene.
-Lograste alcanzar la cima con Los Prisioneros con solo 20 años. ¿Cuál es tu motivación para seguir haciendo música?
Siempre quise dedicarme a esto. Por eso soy el fundador de la banda, quien le puso el nombre a Los Prisioneros. Ahora, sí creo que ese hito terminó opacando mi carrera. Pero también me pasa que voy a alguna parte y me piden canciones de Jardín Secreto. Por eso agregaré algunos de esos temas a esta función de Corazones, para la gente que me sigue.